jueves, 20 de junio de 2013

Las mansiones más embrujadas

Las mansiones más embrujadas

 

Se supone que la Casa de los Fantasmas de Disneyland Resort París está habitada por 999 (hologramas). El baile espectral de la novia y sus invitados es el punto culminante de un recorrido en el que hay quien asegura haber asistido a sucesos de lo más extraño, como la presencia de uno más -el Espectro Número 1.000- no invitado precisamente a la fiesta. En la Guía de casas embrujadas del mundo, el italiano Francesco Dimitri, de 25 años, cita este parque temático, junto con otros 20 lugares, en un recorrido donde lo paranormal forma parte de la rutina diaria.
Dimitri cuenta las historias que hay detrás de los edificios embrujados e informa al lector sobre cómo llegar o incluso reservar una visita guiada -pues los fantasmas contribuyen a hacer caja: sus historias son un recurso turístico de primera, y prácticamente todos los sitios citados atraen a muchos visitantes ávidos de curiosidades sobrenaturales-. Desde casos famosos, como las apariciones de presidentes estadounidenses en la Casa Blanca, los tripulantes fantasma del buque Queen Mary -anclado en Long Beach (California)- o el espectro de Ana Bolena en la Torre de Londres, hasta otros menos conocidos, como el del viejo parroquiano que sigue presentándose con regularidad en el restaurante italiano Il Brunello, en Nueva York, pese a llevar varios años muerto. Otro caso es el de la bruja blanca, cuyo fantasma se aparece en la mansión de Rose Hall, en Montego Bay (Jamaica). La tal bruja fue Annie Palmer, una chica francesa que se desposó con el dueño de la casa y la correspondiente plantación azucarera. Craso error. La mujer resultó ser una experta en vudú que no tardó en asesinar a su marido y hacerse con el control de la finca. La leyenda dice que mató a otros dos maridos y a un número desconocido de esclavos negros, con los que se encaprichaba durante unos pocos días y luego sacrificaba en sus ritos de vudú.

Un máximo de cinco fantasmitas

Si la historia del Espectro Número 1.000 de Disneyland le ha erizado ligeramente el vello, debe saber que el autor califica el lugar con una nota bastante escueta (dos fantasmitas de un máximo de cinco). Aun así, le resulta interesante "que una casa falsa muy embrujada se haya convertido en una verdadera casa un poquillo embrujada". Entre los casos que merecen cinco fantasmitas está el de la rectoría de Borley, un pequeño pueblo de Essex (Inglaterra). Probablemente se trate de la casa embrujada más famosa de todos los tiempos debido a la gran cantidad de extraños sucesos que allí ocurrieron. Aunque un misterioso incendio acabó con la mansión en 1939, hoy puede visitarse la iglesia de Borley, que se halla muy cerca de donde estaba la casa y que parece ser el nuevo hogar de los fantasmas locales.
Pero no todas las apariciones son iguales. Dimitri diferencia entre los espectros residuales y los poltergeist. Estos últimos merecen un capítulo aparte en el libro, ya que son aquellos que interactúan con las personas. Cabe decir que el trato no suele ser lo que se dice cordial. Además de hablar (amenazas e insultos), golpean a las personas o les arrojan cualquier cosa (en ocasiones, hasta gatos), tiran de la cadena, cambian objetos de sitio, desordenan la ropa (tienen especial preferencia por la ropa de cama de color blanco) y en general muestran un comportamiento insensato. Dimitri, suponiendo que se trata de los espíritus de personas desagradables y maleducadas, lo resume con bastante claridad: "El que es imbécil de vivo, es imbécil de muerto".

Sombras y fantasmas aterradores, irónicos y malévolos

Sombras y fantasmas aterradores, irónicos y malévolos.

La excursión de las niñas muertas
Anna Seghers
Los fantasmas encarnan el pasado: son lo que fue. En esta corta novela de la escritora alemana Anna Seghers son también lo que será. Anna Seghers (protagonista de la historia), exiliada del terror hitleriano en un pequeño pueblo de México, oye un día que la llaman por el apodo que le daban de niña. Bajando al río, se encuentra de pronto con un grupo de estudiantes jugando en la ribera, y se da cuenta de que son sus compañeras de antaño, tal como eran cuando asistían juntas a la escuela en Alemania. Seghers reconoce a sus amigas y a sus maestras, y recuerda al mismo tiempo sus macabros destinos. Los pequeños fantasmas desconocen las cosas terribles que ocurrirán en su futuro, pero Seghers sí lo sabe, y del contraste entre la ignorancia de las niñas y el conocimiento de la mujer adulta nace el conmovedor espanto que da su fuerza a esta gran novela.

Memento mori
Muriel Spark
En la mayor parte de los casos, la tarea de un fantasma es reducida: basta con mostrarse o con dejarse intuir, y su misión se ve cumplida. En Memento mori sus deberes son aún más escuetos. Invisible, lúgubre, ausente, el fantasma de esta novela tiene por única y atormentadora obligación llamar por teléfono a un grupo de octogenarios y decirles aquella frase que en la Edad Media, inscrita sobre calaveras decorativas y vanidades pintadas, era parte de la vida cotidiana: "Recuerda que vas a morir". A partir de esa advertencia, cada una de sus ancianas víctimas debe hallar un modo de enfrentarse a su fantasmagórico eco, hacer suyo el mensaje y construir un plan de acción ante lo inevitable. Conocida sobre todo por su novela sobre la vida de una maestra escocesa, La plenitud de la señorita Brodie, Spark creó en Memento mori uno de los espectros más originales y terribles del género.

 

AGUSTÍ CENTELLES

Agustí Centelles i Ossó (Valencia, 1909Barcelona, 1 de diciembre de 1985), fue un fotógrafo español. Está considerado uno de los iniciadores del fotoperiodismo en España y algunos han llegado a denominarle el Robert Capa español.

Biografía

Nació en Valencia. Su familia se trasladó a Barcelona cuando Centelles tenía un año de edad. Entró a trabajar como aprendiz en 1924 en el taller fotográfico de Ramón Baños donde aprendió la técnica del retrato. Unos años más tarde se convirtió en ayudante de Josep Badosa quien le introdujo en el fotoperiodismo. En 1934 se independizó y colaboró en periódicos como La Publicitat, Diari de Barcelona, Última hora o La Vanguardia.
Al iniciarse la Guerra civil fue destinado al frente de Aragón donde llevó a cabo reportajes sobre las tropas en el frente. Realizó reportajes sobre la toma de Teruel y sobre la batalla de Belchite. Fue también colaborador del Comisariado de propaganda de la Generalidad de Cataluña y fue el encargado del archivo del Ejército de Cataluña en Barcelona. El  de noviembre de 1937 le sorprendió el Bombardeo de Lérida, cuando casualmente se encontraba en aquella ciudad.1 Después del ataque, recogió numerosas fotogtrafías de las numerosas víctimas mortales (alrededor de 200 de muertos) y daños materiales que sufrió la ciudad.
En 1939 se exilió a Francia llevándose consigo los negativos de aquellas imágenes que consideraba más relevantes. Las tropas franquistas requisaron el resto de los negativos que aún se encontraban en su domicilio y que, posteriormente, se trasladaron al Archivo de Salamanca. Estuvo preso en diversos campos de concentración donde consiguió salvar sus negativos así como las cámaras fotográficas que había conservado . Consiguió incluso establecer un pequeño laboratorio fotográfico en el campo de concentración de Bram, cercano a Carcasona, gracias a que poseía un carné de periodista expedido por las autoridades francesas. En 1939 consiguió un permiso especial para abandonar temporalmente el campo de concentración y trabajar en la vendimia. Cuando consiguió trabajo en un estudio fotográfico el permiso se convirtió en definitivo. En 1942 entró en contacto con la resistencia francesa con la que empezó a colaborar realizando fotografías para identificaciones falsas.
Algunos de los miembros del grupo de la resistencia fueron detenidos en 1944 y el laboratorio fotográfico fue desmantelado. Centelles dejó sus negativos en una buhardilla de Carcasona perteneciente a la familia que lo había acogido durante su exilio. Hizo esto porque entendía que no podía volver a su país con un material que, de ser requisado, podía comprometer a las personas que aparecían en las fotografías ante las autoridades franquistas. Tras ello, regresó a Cataluña, entrando por la frontera andorrana, y se instaló en Reus en donde residió de forma clandestina durante dos años. En 1946 regresó a Barcelona y se presentó ante las autoridades. Fue juzgado y quedó en libertad condicional.
Su pasado político le impidió dedicarse de nuevo al fotoperiodismo por lo que se decantó por la fotografía industrial y publicitaria, realizando encargos para productos como Chupa Chups y Anís del Mono.
En 1976 se trasladó de nuevo a Francia para recuperar los negativos que había dejado durante su exilio. Las imágenes volvieron a exponerse y Centelles se convirtió en un símbolo de los fotoperiodistas de guerra. En 1984, el Ministerio de Cultura le concedió el Premio Nacional de Fotografía.
En la actualidad sus hijos, Sergi y Octavi, se dedican a dar a conocer la obra de su padre Agustí.



Obra

Centelles fue el tercer fotógrafo en utilizar una cámara Leica de paso universal que le permitió realizar un tipo de fotografía diferente. Los retratos de Centelles tenían una gran fuerza expresiva dejando a un lado las clásicas fotografías planas, sin relieve, que hasta entonces se realizaban y que estaban, en cierto modo, condicionadas por las cámaras de placas y por la utilización del magnesio. No buscaba tanto la creatividad como mostrar la realidad tal y como era.
En el campo de la fotografía de guerra, realizó imágenes que, además del valor informativo, tenían valor propagandístico, lo que hizo que muchas de ellas fueran portada de los principales periódicos, sobre todo en La Vanguardia.
En noviembre de 2009 se dio a conocer que el Ministerio de Cultura adquirió su archivo completo por una cantidad de 700.000 Euros (inferior a los 850.000 euros que le ofrecía de salida la casa de subastas Christie's y superior a los 300.000 euros que inicialmente habían hablado con la Generalitat de Cataluña), una biografía sobre el fotógrafo y algún ensayo sobre el mismo, así como la correcta difusión de su obra de forma gratuita por todo el mundo. El destino será el Centro Documental de la Memoria Histórica de Salamanca.

                            


ROBERT CAPA

Robert Capa (Budapest, Hungría, 22 de octubre de 1913 -Thai Binh Vietnam, 25 de mayo de 1954), seudónimo de Endre Ernö Friedmann, fue el más famoso corresponsal gráfico de guerra del siglo XX.

Biografía

Robert Capa (Endre Ernö Friedmann) nació en la ciudad de Budapest en el seno de una familia judía que gozaba de una buena posición económica. Su madre era diseñadora de moda y su padre un pensador intelectual con influencias aristocráticas. En Hungría era costumbre en aquella época pertenecer a un círculo de índole artístico o político y Endré entró en uno de ellos, en el que recibió el sobrenombre de "Bandi".

Primeros años

Condenado en su adolescencia a vivir vagando por la ciudad por la instauración del taller de sus padres en la casa, después de que éstos perdieran el local a raíz de la depresión económica de 1929. En estas andanzas conocería a una de las mujeres que más influyó en su vida, y se puede decir que, si no hubiera sido por ella no habría llegado a ser un gran fotógrafo. El nombre de esa mujer era Eva Besnyo, quien desde muy joven tuvo un gran interés por la fotografía. Eva era una de esas personas a las que le parecía más productivo tomar fotografías que hacer sus deberes escolares. En su juventud ya tomaba fotografías con su cámara Kodak Brownie. Ella y su especial gusto por este arte motivaron el primer contacto de Endré con la fotografía. Era muy solicitado por sus amigos, ya que se caracterizaba por ser un joven generoso y leal.
Ya hacia sus florecientes diecisiete años y esperando terminar su vida escolar, Endré conoce a una de esas personas que moldearían su vida, uno de esos buenos amigos que emprendían sus senderos, con excelentes consejos, apoyo económico oportuno, conexiones apropiadas, sugerencias artísticas y concepciones acerca de la vida. Este ilustre personaje se llamaba Lajos Kassák, quien, con tendencias socialistas, se decidió a ayudar a cualquier artista con corrientes constructivistas. Dio a conocer la fotografía como un objeto social mostrando las injusticias del sistema capitalista y presentando trabajos en sus seminarios como los de Jacob Riis y Lewis Hine. En 1929 la situación política iba de mal en peor con la imposición de un gobierno fascista en Hungría, lo que obligó al joven Endré a salir del país junto a la gran masa de jóvenes que se sentían presionados por la falta de un gobierno democrático y garantías económicas.

Etapa parisina

A los 18 años abandona Hungría, entonces ya bajo un gobierno fascista. Tras su paso por Alemania, viaja a París, donde conoce al fotógrafo David Seymour quien le consigue un trabajo como reportero gráfico en la revista Regards para cubrir las movilizaciones del Frente Popular.
Entre 1932 y 1936, tratando de escapar del nazismo, Endre Friedmann, establecido en Francia, conoce a la fotógrafa alemana Gerda Taro (nacida Gerta Pohorylle) que acabaría siendo su compañera. Para tratar de aumentar la cotización de los trabajos de la pareja a menudo rechazados, se inventan el nombre de un supuesto fotógrafo norteamericano Robert Capa, utilizado ambos indistintamente dicho seudónimo. Este hecho constituye la base de la polémica sobre quién de los dos tomó en realidad algunas de sus fotografías más relevantes.

Guerra Civil Española

Al estallar la Guerra Civil Española en julio de 1936, Capa se traslada a España con su novia para cubrir los principales acontecimientos de la contienda española. Implicado en la lucha antifascista y con la causa de la República, estuvo presente, desde ese lado, en los principales frentes de combate, desde los inicios en el frente de Madrid hasta la retirada final en Cataluña.
Siempre en primera línea, es mundialmente famosa su fotografía Muerte de un Miliciano,1 tomada en Cerro Muriano, en el frente de Córdoba, el 5 de septiembre de 1936. Reproducida en la mayoría de los libros sobre la Guerra Civil, su autenticidad ha sido puesta en cuestión por diversos expertos. A pesar de que un historiador local de Alcoy puso nombre al miliciano, Federico Borrell García, miliciano anarquista, el documental La sombra del iceberg (2007) niega tal atribución con testigos, médicos forenses y documentos del archivo local de Alcoy. Asimismo, muestra lo inconsistente de dicha tesis y aporta nuevas fotos de la secuencia del miliciano que avalan la tesis de la puesta en escena, así como la posibilidad de que la instantánea no la tomara Capa, sino su mujer. En enero de 2008 se encontró, según la CNN, una valija perdida por Capa donde están innumerables negativos de tomas que efectuó en la Guerra Civil Española; un tesoro de incalculable valor histórico. Según un artículo publicado en la web de El Periódico,2 queda de manifiesto que dicho grupo de fotografías fueron tomadas a 10 kilómetros del frente, en la localidad de Espejo, donde tenían en esas fechas las tropas republicanas su cuartel general de acuerdo al periódico.

Segunda Guerra Mundial

Durante la II Guerra Mundial, está presente en los principales escenarios bélicos de Europa, así desde 1941 a 1945 viaja por Italia, Londres y Norte de África. Del desembarco aliado en Normandía, el 6 de junio de 1944, el famoso día D, son clásicas sus fotografías tomadas, junto a los soldados que desembarcaban en la propia playa denominada Omaha en la terminología de la operación. Plasmó asimismo en imágenes la liberación de París. Huston Hu Riley fue el fotógrafo que retrató ese momento.3 Con motivo de su trabajo durante este conflicto, fue galardonado por el general Eisenhower con la Medalla de la Libertad.

Posguerra

Lápida dedicada a Robert Capa en Bayeux (Normandía, Francia).
 
En 1947 creó, junto con los fotógrafos Henri Cartier-Bresson, Rodger, Vandiver y David Seymour, la agencia Magnum Photos, donde Capa realizó un gran trabajo fotográfico, no solo en escenarios de guerra sino también en el mundo artístico, en el que tenía grandes amistades, entre las que se incluían Pablo Picasso, Ernest Hemingway y John Steinbeck.
En 1954, encontrándose en Japón visitando a unos amigos de antes de la guerra, fue llamado por la revista Life para reemplazar a otro fotógrafo en Vietnam, durante la Primera Guerra de Indochina. En la madrugada del 25 de mayo, mientras acompañaba a una expedición del ejército francés por una espesa zona boscosa, pisó inadvertidamente una mina y murió, siendo el primer corresponsal americano muerto en esta guerra y terminando así una azarosa vida profesional, guiada por una frase que popularizó: